¡Oh
Creador inefable!
Tú
que eres la verdadera fuente de luz
y el
soberano principio de sabiduría,
dígnate
infundir en las tinieblas
de mi
entendimiento
un
rayo de claridad,
apartando
de mí
la
doble oscuridad en que he nacido:
el
pecado y la ignorancia.
Tú
que haces elocuente
la
lengua de los niños,
instruye
mi lengua
e
infunde en mis labios la gracia
de tu
bendición.
Dame
agudeza para entender,
capacidad
para asimilar,
método
y facilidad para aprender,
sutileza
para interpretar
y
gracia copiosa para hablar.
Dame
acierto al empezar,
dirección
al progresar y
perfección
al acabar.
Tú,
que eres verdadero
Dios
y hombre,
que
vives y reinas
por
los siglos de los siglos.
Amén.
Santo Tomás de Aquino
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